Traducción o creación

En mis trabajos trato de resolver asuntos que no podría resolver de ninguna otra manera. Partiendo de la idea en papel, hasta la pieza terminada, a todo el proceso de producción de una obra lo veo como una sucesión de metáforas; el humor los materiales y la paciencia me condicionan, sin embargo nada puede ser mas hermoso que ver las cosas cambiar y adaptarse a la propia fauna. Que puede ser mas bueno que, aunque sea por un instante sentir que cierta combinación de formas puede dar carácter a la materia, que un nuevo icono cobra vida, para narrarnos en nuestro propio idioma una historia diferente cada vez.

Cada escultura, en algún momento, deja de ser un objeto para ser un lugar, una estructura habitable, completamente flexible, lo que le permite cambiar de forma y adaptarse al huésped del momento, ofreciéndole una Analogía o traducción única e individual de la realidad.
Por un lado trae paz la idea de que estas estructuras son habitables y pueden darnos un refugio familiar y aparentemente seguro, pero inevitablemente descubriremos que es solo una capa mas, una manifestación mas, una cosa que representa otra, profunda consecutiva e infinita, lo que nos deja nuevamente desprovistos y a la intemperie.
Esta dualidad genera una vibración u onda que me empuja a seguir nombrando o creando con el material recolectado, algunas veces a ciegas pero siempre con la intención de sentir la propia sonrisa, solitaria y sincera, aunque yo ni nadie pueda verla en la oscuridad.

Comunicarse fielmente es una empresa imposible, algunas normas o parámetros pactados nos hacen creer que podemos entender al resto de la gente o ponernos en su lugar por un instante, sin embargo somos islas, nos llegan constantemente mensajes en un idioma indescifrable. Solo nos queda reemplazar los símbolos por cualquier palabra conocida dándole algún sentido a la oración, para creer (y me refiero a “creer” en el mas místico de los términos) que comprendemos lo que percibimos.
Esta, para mi no es una visión pesimista ya que no me parece importante entender sino interpretar; pienso que en gran medida lo que nos hace individuos únicos es nuestra “falla” en la comunicación.
Sin la necesidad traducir no habría la necesidad de crear o creer.

Desde que nacemos comenzamos a buscar instintivamente una forma de representar la realidad, de ajustarla a nuestra frecuencia y dentro de ese mecanismo, construir. En el proceso creativo se repite ese mismo mecanismo, la obra terminada nunca será la que se pretende, ya que dejo de serlo no solo una sino que varias veces durante los constantes “filtros”. En realidad filtro no es el termino correcto, un filtro deja pasar algunas cosas y otras no, lo que realmente sucede es que nada queda en el camino, las cosas no quedan atrás sino mas bien cambian y se transforman como en casi todos los procesos naturales y físicos.
Una vez terminada la escultura dejara de mutar, ya sin ser impulsada por la voluntad inicial del autor lo que no significa que deje de mutar y renombrarse según el espacio y el momento en que se la observe.

Formas binarias de la realidad

por Julio Sanchez

El perro lazarillo parece tener anteojos de ciego y su correa le hace girar la cabeza aún a costa de romperle el hocico. Un hombre de pie mira a través de una escafandra con forma de pez. Un remero ataviado como buzo guía su canoa hacia el cielo y un pájaro intenta volar con dos contrapesos. Los hombres y animales parecen salidos de El Jardín de las Delicias de El Bosco, pero son las esculturas de Pablo Amoedo. Nuestro artista crea un mundo de seres que se debaten entre la cordura y la fantasía; fácilmente reconocibles, un conejo, un avión, una cabra o un mono todos ellos parecen aquellos híbridos que decoraban los márgenes de los manuscritos medievales, esas drolleries o caprichos que funcionaban como un recreo para la lectura del texto más académico. Eran combinaciones extrañas entre humanos y animales, o entre animales y plantas, tan exóticas que provocaban cierta simpatía y sonrisa. Híbridos semejantes son los que describían los primeros cronistas de Indias que veían en estas tierras americanas y desconocidas hombres con la cara en la panza, y patones (o patagones) con pies tan grandes que se usaban como sombrillas para cubrirse del sol. El cine de Piratas del Caribe o La guerra de las galaxias también recoge esta tradición de seres imposibles y atractivos como el canto de las sirenas. La escultura de Amoedo se inscribe en esta huella y aporta una combinación de materiales poco convencionales como el bronce y el cemento, o la madera y el caucho. Sus personajes tienen algo de mecánico y algo de natural como si salieran no del taller del escultor sino del laboratorio de un ingeniero en genética que logra síntesis impensables. Amoedo parece interesarse por realidades binarias: natural / artificial; real / fantástico; y mecánico /orgánico. La dureza del bronce contrasta con la maleabilidad de la madera, lo mineral con lo vegetal, algunas figuras están colgadas de sus propios sostenes los que le da un carácter aéreo, hay otras que tienen un movimiento giratorio en potencia, como trompos que esperan ser activados por la mano invisible de un Demiurgo.